Por extraño que resulte, la de Manuel Fernández ha sido una retirada justo a tiempo. Aunque para muchos semeje demasiado tardía, es un paso atrás sobre la campana que comienza a sonar en la Audiencia Nacional, con un juez que sólo espera los informes de la Unidad de Delitos Económicos de la Policía Nacional para llamarle a declarar, con graves imputaciones. Y ha sido determinante en la decisión el demoledor informe forensic de KPMG, encargado paradójicamente a instancia suya y de su consejo de administración.
Nadie, por poderoso que sea, por apoyos que tenga, aguanta tal batería de irregularidades descargadas sobre sus espaldas, por anchas que sean, como las que se desprenden del análisis de KPMG, del que Economía Digital ha venido dando puntual detalle. Por si había dudas, la autoría de una gestión que llevó a Pescanova a la quiebra técnica desde hace al menos tres años reside única y exclusivamente en él y en un reducido equipo directivo, por mucho que las circunstancias les llevasen a tomar determinadas decisiones. Manuel Fernández se va y con él toda una forma de gestionar la segunda multinacional gallega. En su marcha, admite errores y asume consecuencias, como la de dimitir. A partir de ahora, otros tendrán que decidir (un juez, se entiende) si esos errores se transforman en delitos y esas consecuencias derivan en condenas. Tipificar su gestión, en resumidas cuentas.
MF no ha resistido, y nadie podría hacerlo en iguales circunstancias, con una actuación como la revelada por KMPG. El capitán y su gestión se hunden antes que el barco, que todavía sigue navegando, pescando y vendiendo. Cuesta ver a la primera multinacional pesquera española en este trance, que todavía se prolongará meses, quizá años. Por ello, es el momento de la responsabilidad. De todos. De un consejo que debe asumir ahora que se acabó la rabia. Que las divisiones, como las constatadas ayer de nuevo en las votaciones para elegir nuevo presidente (con la opción de Alfonso Paz Andrade frente a José Carceller), se las tienen que tragar por el bien de un proyecto que, como toda gran empresa, trasciende a las personas. Por el bien de Pescanova y por el bien de Galicia. Y a estas alturas nadie entendería que la segunda empresa gallega pierda su identidad.
Nadie, por poderoso que sea, por apoyos que tenga, aguanta tal batería de irregularidades descargadas sobre sus espaldas, por anchas que sean, como las que se desprenden del análisis de KPMG, del que Economía Digital ha venido dando puntual detalle. Por si había dudas, la autoría de una gestión que llevó a Pescanova a la quiebra técnica desde hace al menos tres años reside única y exclusivamente en él y en un reducido equipo directivo, por mucho que las circunstancias les llevasen a tomar determinadas decisiones. Manuel Fernández se va y con él toda una forma de gestionar la segunda multinacional gallega. En su marcha, admite errores y asume consecuencias, como la de dimitir. A partir de ahora, otros tendrán que decidir (un juez, se entiende) si esos errores se transforman en delitos y esas consecuencias derivan en condenas. Tipificar su gestión, en resumidas cuentas.
MF no ha resistido, y nadie podría hacerlo en iguales circunstancias, con una actuación como la revelada por KMPG. El capitán y su gestión se hunden antes que el barco, que todavía sigue navegando, pescando y vendiendo. Cuesta ver a la primera multinacional pesquera española en este trance, que todavía se prolongará meses, quizá años. Por ello, es el momento de la responsabilidad. De todos. De un consejo que debe asumir ahora que se acabó la rabia. Que las divisiones, como las constatadas ayer de nuevo en las votaciones para elegir nuevo presidente (con la opción de Alfonso Paz Andrade frente a José Carceller), se las tienen que tragar por el bien de un proyecto que, como toda gran empresa, trasciende a las personas. Por el bien de Pescanova y por el bien de Galicia. Y a estas alturas nadie entendería que la segunda empresa gallega pierda su identidad.